No hay ni habrá problema más grave para Colombia y el vecindario en este 2019 que el asunto de Venezuela. Como se había advertido, ya es pan de cada día la participación de migrantes venezolanos en actividades criminales en nuestro territorio, cada vez en mayor cantidad y gravedad, lo cual indica que no son un dechado de virtudes esos vecinos que cada vez llegan en mayor número, aunque también crece el número de buenos venezolanos que luchan y hasta fallecen aquí, muchos de manera violenta.

El pronóstico de Brookings Institution es simplemente tenebroso: la cifra de venezolanos que huyen de su país podría llegar a los 8 millones este año, siendo Colombia, sin duda, el mayor receptor de ese desastre humanitario que es fuente potencial de una situación de emergencia entre nosotros. Ya muchos se preguntan si, en la mente de Maduro –y sus asesores cubanos–, esto es parte de un plan para desestabilizar a Colombia, pues esta especie de invasión ya no parece espontánea, y hay agravantes.

Al señor Carlos Pino, casado con una exfuncionaria de la ‘Bogotá Humana’ y cercano a Gustavo Petro e Iván Cepeda, no lo expulsaron por nada. Ya había sido capturado en un campamento de las Farc en 1999, y a esos sitios nadie va (o iba) de turismo, ni por casualidad ni con pase de cortesía. Obviamente, este individuo laboraba en la embajada venezolana, donde hay tanto personal –al igual que en la cubana– que es preciso apelar al sentido de reciprocidad para asegurarnos de que esas delegaciones no se dediquen a espiar y conspirar, sino a promover el exangüe intercambio comercial de doble vía.

Pero si expulsar a un espía venezolano no causó mayor preocupación entre los colombianos, deberíamos estarlo por la captura de tres hombres bien armados, nacidos en la hermana república, que tenían el plan de atentar contra el presidente Iván Duque. Un asunto al que los medios –ahora faltos de ‘mermelada’– no le prestaron mayor atención, como tampoco les importó mucho que a la mayor bancada del Senado le lanzaran ratones en plena plenaria. Pudo ser una granada.

Ha tenido Duque una posición enhiesta contra el régimen de Maduro, y en gran parte se debe a su liderazgo que la dictadura no sea reconocida por un buen número de países y que el Grupo de Lima se haya pronunciado en contra de reconocer a Maduro como presidente en su nuevo periodo de seis años, que se inicia este jueves 10 de enero. Como era de esperarse, de los 14 países del Grupo de Lima, el único que no suscribió la declaración fue México, que ahora está en las garras del ultraizquierdista López Obrador, admirador de los Castro y miembro de toda esa camarilla de comunistas que pretenden llevar a América Latina al despeñadero. Por fortuna, Maduro la tendrá dura con su nuevo vecino, Jair Bolsonaro, al que no podrá ningunear tan fácilmente.

No puede desconocerse, sin embargo, que Maduro ha movido sus fichas con una inteligencia poco común en él, y no solo está logrando disminuir la población venezolana para controlarla mejor –provocando, de paso, la desestabilización de países vecinos–, sino que ha materializado alianzas con países que le pueden proveer protección, como China, Rusia e Irán, a cambio de su petróleo y de unas minas de oro que supuestamente serían la mayor reserva mundial. O sea que esa pandilla que está en el poder está dispuesta a feriar los recursos de su país con tal de mantenerse al mando, y en medio del juego geopolítico no faltan inescrupulosos que se ofrecen a apoyar a tan maquiavélicos personajes que tienen muriendo de hambre a su pueblo. Bueno, es que en esos tres países han visto indecencias de estas y aún bastante peores. ¿Y Trump moverá algún dedo?

(Publicado en el periódico El Tiempo, el 8 de enero de 2019).

Posted by Saúl Hernández

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